Pero a esa angustia se le suma el componente esencial del domingo, que lo caracteriza por ser lo que es, el último día de la semana, día de balances y punto de partida, día donde necesariamente vemos dónde y cómo estamos parados para seguir, y la nostalgia de lo que falta se impone inevitablemente.
El recuerdo, más vivo que nunca los domingos, de eso que tuve, que fue mío y parte de mí, se deshace y se escurre entre los dedos como arena, cayendo, cayendo, cayendo...
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