La razón no casual por la que volvimos allí: la mala salud de mi abuela, que hace meses le impide levantarse de la cama (aunque ella tal vez no lo haya notado), y sin más familiares que nosotros cuatro (somos de la gloriosa familia "tipo") con el propósito de quitarle el matiz de -festividad- que otorga la reunión de personas a la -festividad-, envueltos en un oxímoron práctico y teórico, evitando que mi abuela se sintiera excluida de algún tipo de "fiesta" organizada en honor a la "festividad", negándonos a celebrar, pero cumpliendo con los ritos básicos de la ocasión (claro está, excluyendo la parte de -reunión-). Cuando le alcanzamos la cena en la cama a mi abuela, que sumida en la programación especial de GranHermano2011 casi no notó nuestra presencia, se negó a comer, pensando que para nosotros cuatro y los veinte muchachos que tan lindos posaban a una corta distancia, no iba a alcanzar la comida. A la hora del brindis (algunas horas antes de la hora señalada como la oficial), tuvimos que llevar a cabo una improvisación digna de Darín para pilotear el hecho de que "estando en Italia" la mitad de los familiares no hubiesen querido acercarse a compartir la copa con ella, celebrando todos juntos las Pascuas (sí, era la modesta ciudad argenta de Mar del Plata, y como dije antes, año nuevo), aseverando una serie de excusas lo más creíbles posible y adecuadas a cada uno de los casos puntuales que habían merecido reclamos.
Y así fue como luego de esta sucesión de ficciones, discusiones y resignación, las famosas campanadas nos hicieron notar que el nuevo año llegaba, recibiéndolo con una casual sonrisa fingida, y un champagne recién descorchado, depositando las pocas esperanzas a mano, no en el devenir del año, sino en aquella botella, esperando que el líquido dorado arrastrara con su paso las amarguras que el año viejo dejaba.
Leer Mas......