Un LIBRO es un ARMA cargada
[La tarea del artista no es sucumbir a la desesperación, sino buscar un antídoto para el vacío de la existencia...]
jueves, 23 de mayo de 2013
Amor. Gabriel García Márquez
El amor en los tiempos del cólera.
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lunes, 10 de octubre de 2011
Domingo-
domingo, 29 de mayo de 2011
- Esto no es una Despedida -
Hablando del rumbo incierto de nuestros caminos,
hablando de los deseos no tan reprimidos,
hablando del presente, mintiéndonos con elegancia.
Esta despedida que huele a dejavu, entre vidas pasadas,
turbulentos sueños recurrentes, o las mismas vivencias con otras caras,
duele igual que la primera vez, duele igual que todas las veces,
duele traducir las frases implícitas, duele comprender lo que revela tu mirada.
"Andábamos sin buscarnos", pero nos cruzamos por equivocación,
yo sabía que andaba para encontrarte, vos andabas para esconderte,
no de mí, no de alguien, de la realidad que se convirtió en camino,
cuando descubriste que para afrontarla hace falta más que espíritu.
Y tu encrucijada se convirtió en un tinte más para mi laberinto,
aquel que transito despierta o en sueños, buscando estrategias para salir,
o recorriéndolo irracionalmente, para no ser conciente del tiempo
que roba cada esquina, cada encrucijada, cada camino cerrado.
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lunes, 23 de mayo de 2011
- Dirigía un mudo reproche al destino que no acertaba a juntar las soledades gemelas -
Una serie de coincidencias, que luego dan lugar a coincidencias artificiales, y mientras esas experiencias alimentan, reorientan, modifican un alma, lo hacen del mismo modo con las demás que caminan junto a ella.
Y a partir de allí, será la infinita fabricación de coincidencias, o ya la natural elección de las originales almas que dejaron de ser aquellas, para transformarse en un mismo sentido, en este vuelo impredecible y encantado.
Ocurre con el devenir, que aquellas almas al poseer identidades tan similares, y por recorrer ese fluir permanentemente unidas, ya no pueden separarse; son como -una misma-. Los límites son muy difusos, y las diferencias nebulosas. Tampoco recuerdan cómo era ese recorrido que antes hacían por su cuenta; el presente es sólo ese fluir inmersas en una unidad inexplicable.
Si una de ellas abandona el viaje, las otras estarán destinadas a perder el rumbo, el sentido, su propio ser... ya que sólo -son-, por ser parte de algo más; eso las define y les da identidad.
Después, sólo esperaría ese profundo océano caótico, donde todas las almas desorientadas continúan fluyendo, pero ahora más incompletas, porque una parte de ellas fue arrebatada.
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- Estado de Anomia Mental -
Mis pasiones desmesuradas corren sin frenos por mi mente, pero se agobian ante la imposibilidad de existir fuera de ella.
Tantas cosas, tantas personas, tantos momentos...
No son más que imágenes, fotos estáticas y frías, una escena teatral, donde los actores impersonales usan la máscara de la tragedia.
Mi alma, un simple astro brillando por una luz que regala su reflejo.
Un beso doloroso me atormenta, ya en otros labios.
Y buscando sanar esta locura, este vacío, probando cuerpos sin corazón, ojos sin mirada, personas sin nombre, no encuentro más que infinitas esencias inalcanzables...
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-La felicidad ha muerto-
La felicidad es ilusión, un concepto abstracto, construido para representar una idea sin referente. Un momento eterno de placer sin perturbación alguna.
De ser eterno este momento, la felicidad debería al menos ser parte de toda una vida; sin embargo, al pasar toda la vida buscándola, no tenemos forma de conseguirla.
Nuestra existencia está siempre salpicada de momentos fugaces, que parecen desprenderse de esta idea de felicidad; pero luego se extinguen, se apagan abruptamente, para pasar a ser sólo vagos recuerdos. Y es así como estas imágenes lejanas se convierten en los íconos de la felicidad, ese sentimiento que creíamos infinito. Pero los recuerdos alimentan nuetra mente, sin saciar el espíritu, inmerso siempre en la misma búsqueda inalcanzable. Leer Mas......
sábado, 26 de marzo de 2011
En el Fondo del Pozo. (Crónica del Pájaro que da cuerda al Mundo) H. Murakami
Cuando bajo a la negrura del pozo por la escalera de hierro fijada a la pared, busco a tientas el bate de béisbol que siempre dejo apoyado en ella. Es el bate que, casi inconscientemente, le arrebaté al hombre con el estuche de guitarra. Asir ese bate viejo lleno de ralladuras en la oscuridad del fondo del pozo me tranquiliza de una manera extraña. También me ayuda a concentrarme. Por eso lo tengo siempre en el fondo del pozo. Porque bajar y subir cada vez con el bate es una molestia.
Arriba flota la luz, recortada, redonda. Es el cielo del atardecer. Mirándolo, pienso en el mundo a esa hora del atardecer del mes de octubre. Allí debe de haber una vida congente. Bajo esa luz tenue, la gente camina por las calles, hace compras, prepara la comida, se dirige a su casa en tren. Y piensan que es algo tan natural que no merece siquiera ser pensado. O ni siquiera lo piensan. Como hacía yo antes. Ellos poseen esa identidad imprecisa de quienes pueden denominarse «gente». Yo era uno de ellos, sin nombre. Bajo esa luz, la gente acepta a la gente, la gente es aceptada por la gente. Allí hay, sin duda, una especie de intimidad envuelta en luz, quizá duradera, quizá transitoria. Yo ya no me incluyo entre ellos. Pues están en la superficie de la tierra y yo estoy en el fondo de un pozo profundo. Ellos tienen luz, yo estoy a punto de perderla. A veces pienso que ya no podré volver jamás a ese mundo. Tal vez nunca vuelva a sentir el sosiego de estar envuelto en luz. Tal vez nunca pueda volver a abrazar el cuerpo blando del gato. Cuando pienso estas cosas, siento un dolor sordo, como si algo me oprimiera el pecho.
Pero mientras trazo círculos sobre el suelo blando con la suela de goma de la zapatilla de tenis, la escena de la superficie de la tierra se va alejando de mí. La sensación de realidad se debilita poco a poco y, en su lugar, empieza a envolverme la intimidad del pozo. El fondo del pozo es cálido, silencioso, la ternura de la tierra profunda apacigua mi piel. El dolor que hay en mi pecho va extinguiéndose como se extinguen las ondas en la superficie del agua. Ese lugar me acoge y yo acojo ese lugar. Aprieto el mango del bate. Cierro los ojos, los abro de nuevo, miro hacia lo alto (...).